Por: Inés Muñoz Aguirre
Hablar de responsabilidad social ya no es un tema ajeno, ni
novedoso para muchos. En los últimos años este tema ha estado presente de una
forma continua en nuestro país, porque el Estado decidió incorporar en sus
contrataciones un renglón que desde hace muchos años unas cuantas empresas
privadas venían llevando adelante. En el momento en que el Estado decidió
hablar del tema, se volvió del interés, sino de las primeras páginas, por lo
menos de todos aquellos que se veían “afectados” por la medida de obligatorio
cumplimiento.
La nueva modalidad pone sobre el debate los términos,
mercadeo, responsabilidad, obligación, generosidad, altruismo y tantos otros
que tienen que ver en realidad con un solo objetivo; que es la
corresponsabilidad de las empresas en el desarrollo del entorno donde trabajan.
El verdadero tema está es en cómo realizar la inversión de los recursos que se
disponen para ello. Allí es donde se presenta el verdadero reto y donde surge
el viejo axioma: ¿Qué será lo verdaderamente válido, entegar el pescado a los
beneficiarios de dichos programas o entregarles la caña de pescar para
prepararlos para el futuro?
En las sociedades más desarrolladas y las que vienen
trabajando desde hace muchos años el concepto de la responsabilidad social,
está muy claro el tema, ladrillos, pintura, ropa, juguetes, no solucionan los
verdaderos problemas. El reto cierto está en lograr cambios de conducta y de
allí que nosotros hablemos de mercadeo social, porque este se refiere a que a
través de el se busca lograr un cambio en determinadas actitudes o
comportamientos. Se trabaja directamente con la conducta de los individuos.
Convertidos en receptores de nuestros mensajes buscamos llevar hasta ellos
propuestas en áreas especificas, áreas de formación a través de las cuales
demos respuesta a situaciones de deficiencia, donde vemos como han surgido la
carencias o en áreas de interés que son aquellas que se detectan a través de
una investigación seria y profunda de la comunidad donde se piensa trabajar.
Mientras más pasa el tiempo y más experiencia acumulamos en el área defiendo
totalmente el hecho de que la responsabilidad social en países como el nuestro
no puede ser otra cosa como no sea una inversión a futuro.
Es por ello que entender la asociación de la palabra mercadeo
con el término social es la clave inicial de una propuesta que nos permita
acercarnos a los individuos, ya que ellos lo que necesitan son verdaderas
motivaciones. Lo vemos todos los días.
Hemos logrado hacer que gente casi analfabeta por el tipo de formación que han
recibido, sean capaces de escribir un cuento, de emocionarse, de entender que
pueden hacerlo. En la motivación al
logro está el reflejo para accionar asertivamente en su sociedad, en el
trabajo, en el área donde se desenvuelven.
Philip Kotler define la mercadotecnia como “La clave para
alcanzar metas organizacionales. Consiste en determinar las necesidades y
carencias de los mercados_objetivos, llenar las satisfacciones deseadas con
mayor eficacia y eficiencia que los competidores”. Pues bien, esa misma
definición aplicada a lo social, nos lleva a organizar a las comunidades
partiendo de los individuos hacia objetivos de interés colectivo”
Todo este análisis nos
presenta un debate muy interesante, es importante que el Estado se sume a una
labor que de una u otra manera venía realizándose, pero esa suma debe ser desde
lo social, nunca desde lo político. Este
último objetivo, como tiende a pasar con muchos temas que se filtran a través
de él, termina por deformar aquello que debería estar en función de un bien
colectivo independientemente de la militancia de quienes se involucran.
La formación tiene que preponderar por sobre cualquier otra
instancia, porque es a través de ellas que los individuos se preparan para su desarrollo,
para el de su entorno inmediato y para el de su sociedad. Partiendo de esta claridad de objetivos
tenemos que plantearnos que entender lo colectivo y participar en los procesos
que se pueden generar para mejorar es el reto que debe plantearse todo aquel
que decida asumir el reto de la participación a través de la responsabilidad
social.
Sólo así podrá erradicarse el comportamiento que se ha
incentivado durante años de que la actitud frente a la búsqueda de soluciones
para los problemas que nos agobian, a los problemas sociales de los cuales
somos víctimas, es responsabilidad de otros.
Cuando eso ocurre, no sólo prevalece una posición individualista que
busca en toda circunstancia el beneficio personal, sino que se acrecientan los
males sociales, que terminan por perjudicar a todos.
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