domingo, 1 de junio de 2014

Había una vez un ferry chiquitico…


PARTE 2


Por: Isabel Cecilia González Molina
isabelceciliagm@yahoo.com

 



A mis padres les encantaba viajar en el ferry a Margarita. Usualmente nos embarcábamos en el que sale de Cumaná que suele ser más viejo.
“Casi una chalana” decía mi tía Flor, compañera de andanzas.
Recuerdo largas colas para subirnos, noches y madrugadas. Muchísimas personas iban a la isla atraídas por su puerto libre, en el que se conseguía de todo tipo de mercancías importadas. De ese tiempo queda algo vago, también escasea.
Quizás por eso me atreví a irme en Ferry sola, así como lo oyen, me fui por la mañana al puerto de la Guaira para embarcarme.  Muchas personas me preguntan si no me da miedo andar por ahí por mi cuenta y yo les respondo que sí, muchas veces me da miedo, porque a veces no hay alguien con quien hablar como me sucedió en la isla de Santorini, cuyas callecitas laberínticas anunciaban mucha soledad. Yo era la única huésped del  hotel, se imaginan. Lo que pasa es que creo que en la vida contamos únicamente con nosotros mismos, claro que me encantaría viajar con un compañero, porque además uno no sabe si se accidenta o se enferma en otra ciudad. Yo solía hacerlo con mi familia, con mis amigos, con mis parejas y cuando se puede me encanta, pero no siempre hay alguien y no debemos dejar de vivir, de experimentar, de soñar, de conocer, por depender de alguien más. Cuando hay una muy buena película en cartelera sino hay quien se sume me voy sola al cine más cercano e igual hago con los viajes, si se da alguno me arranco.
Como no es mi deseo hacerle propaganda a ninguna compañía les pido que pregunten por quien cubre la ruta, chequeen sus horarios, etc. Yo solo les cuento sobre mi experiencia. Me subí a esa embarcación y navegamos sin ningún tipo de contratiempos, el día muy soleado, los pasajeros muy amenos, la travesía alegre. Inclusive fuimos exactos y puntuales. Siendo Margarita una isla grande el carro es bastante indispensable así que me encomendé a la Virgen de Valle, a la cual mi papá tenía por patrona y zarpé.
Muchas personas me habían hablado mal de este servicio, pues a mí me fue bien, es lo único que puedo contestar, porque no dudo de las otras historias. En el aeropuerto de Miami un pasajero discutía con la representante de la aerolínea aprovechando que yo me estaba quejando de su retraso, argumentando que en ningún momento se nos había notificado del pago de impuestos aeroportuarios en dólares, él insistía e insistía, así que le afirmé: “Es lo primero que te dicen al embarcarte en Maiquetía, pero además mire su pasaje, ahí se lo pusieron. Lo del retraso es culpa de ellos pero lo otro, fíjese en su billete ya no insista.” Entonces se molestó conmigo y me hecho una mirada rabiosa. A mí lo que me pasa es que la verdad es la verdad, las cosas son como son y no puedo apoyar lo que no me parece correcto. Cuestión de principios.
Los ferrys llegaron a Margarita por el empeño de empresas navieras de carácter privado. Ferrymar, la primera, en 1957, de los hermanos Bartolo y Estílita Rojas; Naviesca (Conferry a partir de 1970), de Fucho Tovar y otros accionistas, en 1959; e Intumaca, de Licho Fermín, a comienzos de los 60. Lo que muestra como fueron los propios margariteños los que buscaron la manera de conectarse con el país y de esta manera llevar prosperidad a sus playas.
En North Carolina, mi comadre Stella me llevó a Biltmore a conocer la casa y la inmensa hacienda de los Vanderlbilt, mansión museo semejante a un castillo del Loire abierta al público, que puede disfrutar recorrerla, almorzar en sus varios restaurantes, visitar sus viñedos, hospedarse en su spa cinco estrellas y caminar por sus bosques. Lo interesante además de la propuesta turística era conocer más la historia de esa familia de origen holandés, que emigró a los Estados Unidos  y se hizo multimillonaria con sus empresas de transporte. Si tomamos en cuenta el proceso inflacionario podemos afirmar que George, el  tatarabuelo de los Vanderbilt, era más rico que Bill Gates. Les cuento esto hablándoles de Margarita para hacerles el siguiente comentario. La riqueza de esta familia surgió del transporte, fueron los dueños de los vapores y posteriormente de los ferrocarriles que unieron un territorio tan vasto como el delos Estados Unidos, trayendo una enorme prosperidad. Curiosamente luego de muchas vueltas, los ferrocarriles dejaron de ser privados y formaron parte del transporte del Estado, así nació el Amtrack. Todos los que hemos viajado en tren en ese país hemos descubierto lo costoso, lento e ineficiente que resulta. Eso me hace pensar que las empresas no funcionan a su máximo potencial cuando pertenecen al Estado. Diría lo mismo del correo americano que da perdidas frente al sistema de courriers que se cotiza en Wall Street. Algo falta, algo falla, piénselo bien.  Los margariteños posiblemente se preguntarán por sus ferrys como lo hacemos nosotros…Yo solo les cuento lo que viví.

No hay comentarios:

Publicar un comentario