lunes, 7 de julio de 2014

World Cup Venezuela 2034




Por: Fabio  Capra
Daniel Belandria



Para el momento del saque inicial, era el cuarto juego de la Vinotinto en una copa mundial de fútbol. Su último compromiso había sido ocho años atrás. En aquella oportunidad tan sólo logró sumar un punto luego de los tres partidos de primera ronda. En esta oportunidad, la expectativa era el resurgimiento de un país que pocas décadas atrás parecía perdido en medio de un déjà vu histórico. Para llegar acá, Venezuela logró superar tres grandes retos. El primero, y luego de décadas de importantes conflictos políticos, fue establecer por vía democrática un nuevo pacto social, el cual se expresaba en una constitución nacional y unos poderes públicos renovados.
El segundo, fortalecer notablemente su industria nacional y diversificarsus exportaciones, colocando una amplia gama de productos –y no únicamente petróleo– en el mercado internacional. Y el tercero, revertir una negativa tendencia personalista –lo que opacaba el desempeño público–, y favorecía ampliamente la libertad de expresión –lo que ayudaba a fortalecer cada vez más la institucionalidad nacional–.
Algo maravilloso de todo esto fue el desarrollo de nuevos modelos de participación, en el que la cogestión a distintos niveles de gobierno se había convertido en cotidianidad. Así, Venezuela, en un tiempo relativamente breve, se convertía en un ícono de la integración social y la coparticipación. El milagro venezolano era comparado con el sudafricano. Sólo que en esta versión caribeña no había existido un líder visionario como Mandela sino una sociedad que, a un mismo tiempo y como un todo, había decidido cambiar. En cuanto al petróleo, antiguo motor de la industria nacional, se había estabilizado en unos precios internacionales moderados.
La volatilidad de los primeros años del siglo XXI, había hecho que las principales potencias mundiales se volcaran a la búsqueda de nuevas formas de energía. Esto favoreció ampliamente al país, el cual pudo desarrollar otras industrias cómo la gasífera, la hidroeléctrica, la termoeléctrica, la metalúrgica, la agrícola, la ganadera, la automotriz, la farmacéutica, y una amplísima gama de servicios. Finalmente Venezuela había entrado en el siglo XXI, entendiendo su ubicación geoestratégica y retomando su rol de líder regional.
La última copa mundial de fútbol en territorio suramericano había sido Brasil 2014. Suramérica era ahora un lugar muy distinto: hacía años Venezuela había emparejado a Chile en sus indicadores económicos; Brasil había visto reducir su crecimiento económico debido a importantes reclamos sociales, pero mantenía un importante peso específico a nivel mundial. Argentina seguía siendo un referente industrial y cultural en la región; Perú había apuntalado su desarrollo económico estrechando sus lazos comerciales con Asia; y Colombia, Ecuador, Bolivia y Uruguay participaban también de una época de prosperidad. En resumen, la región se mostraba ante el mundo como un bloque cohesionado y solvente, listo para asumir nuevos retos.

En medio de este contexto Venezuela vivía un nuevo renacimiento modernizador comparable al experimentado a mediados del siglo XX con el desarrollo de la industria petrolera. En las dos últimas décadas, se habían construido tres nuevas grandes ciudades y otras tantas ciudades satélite, lo que contribuyó al desmontaje de amplias barriadas. En contraposición al tradicional eje andino-costero se levantó la región de Guayana como una nueva plataforma económica (una década atrás se había logrado el reconocimiento de buena parte de la llamada Zona en Reclamación, lo que había dado inicio a la ‘reconquista del sur’). Venezuela contaba ahora con amplios y modernos aeropuertos y puertos marítimos que garantizaban su conectividad nacional e internacional; líneas de tren que cruzaban el país no sólo de este a oeste sino también de norte a sur; transporte público municipal, metropolitano y regional de calidad en todas sus ciudades; y una extensa y desarrollada infraestructura capaz de sostener el crecimiento económico y demográfico. En resumen, eran seguridad, salud, educación, empleo, crecimiento económico, inclusión, libertad de expresión y democracia, los adjetivos que definían a un país renovado que ya no veía a sus nacionales partir sino, que abría sus brazos para recibir una vez más a miles de extranjeros como hijos propios.
Venezuela finalmente se había convertido en esa ‘Tierra de Gracia’ que tanto habían soñado las generaciones anteriores. Sin duda, antes de empezar a jugar su segundo mundial, el país y sus ciudadanos ya habían ganado.


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