Por:
Isabel Cecilia González Molina
Desde
hace cuatro años debo ir por trabajo a Maracaibo, a esa ciudad apenas la
llevaba en la memoria puesto que la había visitado cuando muy pequeña con mis
padres. Recordaba la maravillosa sensación de andar de hotel, las habitaciones
y las áreas sociales, los restaurantes y las piscinas, todo enmarcado en una
terraza con vista al Lago.
A
ese hotel frente al Lago regresé hace unos días, al parecer la única emocionada
con la idea era yo porque a quien le contaba que había hecho tales
reservaciones me miraba como quien se ha extraviado. La verdad aquel hotel
existe únicamente en sus espacios, inaugurado en 1953 se constata como sus 61
años se hacen notar. Es un viaje a la nostalgia.
No
me interesa mucho entrar en detalles, pero es importante decir que los hoteles
construidos durante la dictadura del General Pérez Jiménez siguen en pie y
forman parte de los hoteles mantenidos por Venetur. Como les he contado en
otras crónicas siempre tuve la gran suerte de viajar mucho por Venezuela,
especialmente por mi papá que creía que era muy importante hacernos conocer
nuestro país.
Mis
padres eran muy venezolanos, orgullosos de haber nacido en estas tierras,
agradecidos por las oportunidades que les dieron. Hoy quisiera que muchos venezolanos
síntiense ese mismo orgullo. Cuando escucho decir en la televisión la frase que “Ahora si tenemos patria” pienso
de inmediato en aquellos días de mi infancia cuando veía a los jóvenes irse a
grandes universidades en el extranjero con el plan concreto de terminar sus
estudios para regresarse a trabajar acá. Entonces no se hablaba de emigrar, ni
buscar otras oportunidades en el exterior, Venezuela era el país de las
oportunidades.
Los que andamos dando vueltas por
Venezuela estamos constatando dos grandes verdades: La primera, el sistema
hotelero y de transporte está muy mal, los viajeros pasamos muchas
dificultades. La segunda, en toda Venezuela hay escasez. Tengo un amigo que se
empeña en responderme que la escasez es un invento mediático porque según él
todo lo que necesita lo encuentra. Como él lo asegura lo doy por asentado,
porque no vale discutir lo que se afirma. Sin embargo, quisiera que fuésemos
seres justos, sinceros y capaces de ver lo que está frente a nosotros. Para mí
no estamos bien, porque no importa lo que me digan, “No puede ser este nuestro
mejor país”.
Se gasta muchísimo dinero en
propagandas para incrementar el turismo, eso lo debemos hacer porque somos un
país con lugares únicos en el mundo, de playas extraordinarias, de islas
paradisíacas. El turismo debería ser una fuente de trabajo y de porvenir. Se invierte muchísimo en propaganda pero solo
con propaganda no vamos a atraer a los turistas. Los turistas, esos que traen
dinero a los países, necesitan ciertas garantías: seguridad y comodidad. Usted
no va a gastar su tiempo y su dinero
para ir a un lugar en que la va a pasar mal y menos aún un lugar del que no
esté seguro de regresar. Por eso es tan importante poder ofrecerles a los turistas
una verdadera infraestructura turística.
Lamentablemente en este país no se
ha desarrollado la industria turística, solo existen como en generación
espontánea una serie de hoteles de todo tipo y categorías. Los precios van
desde todos los bolsillos, pero debemos tener claro que a los extranjeros el
cambio oficial les resulta terriblemente costoso, al grado que una habitación
puede llegar a estar a la altura de un buen hotel en Nueva York y seamos
honesto ninguna ciudad nuestra es Nueva York. No entiendo como se gasta en
propaganda y no se realiza una sinceración con respecto al dólar para los
turistas quienes deberían comprar sus paquetes a un dólar SICAD.
Estoy por creer que nos importa muy
poco, tal vez el turismo nunca ha sido de nuestro interés, pero me niego a
pensar que no le demos valor a una industria que puede proporcionarnos muchos
trabajos y mucho bienestar. Uno de los mayores problemas de este país es que la
economía se sustenta en la entrada petrolera y aunque el petroleó da mucho dinero,
no proporciona mucho empleo. Todos los venezolanos no podemos trabajar en
PDVSA. Por eso mi empeño en desarrollar el turismo. La hotelería, los servicios
turísticos, los alquileres de auto, de lanchas, de equipos, los restaurantes,
la aviación, los transportes, hasta los quiosquitos de ventas de coco y
empanadas, todo eso y más proporciona muchos empleos y fortalece las regiones.
Esos hoteles que huelen a pasado que
visito, cuentan de un ayer en el que se hizo un gran esfuerzo por sacarle
potencialidad a lo más grande de este país, su belleza natural. Hubo un tiempo
en que disfrutábamos ser turistas nacionales y pasar nuestras vacaciones
recorriendo desde el Táchira hasta Sucre, yendo de la montaña al mar. Ese
entonces
parece remoto, porque la humedad campea por las habitaciones, las alfombras
están manchadas, la televisión no tiene cable y si uno llama a la recepción no hay
un solo empleado que responda: “lo lamento, usted tiene razón en quejarse,
deberíamos estar mejor”.
Me preocupa vivir en un país en el
que ya no nos importen las cosas, que aceptemos que no existen mejorías, que
estamos condenados a vivir así, tal cual. Me da mucha tristeza pensar que la
indolencia sea algo común y dejemos pasar. Sin embargo, yo quiero creer que hay
mucha gente como yo que desea mejorar.
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