Por: Rodrigo Misle
Entre
los años 2003 y 2009, la economía colombiana ha tenido un crecimiento a las
tasa más altas de las últimas tres décadas con un promedio de 4,1 % por año y
para julio de 2012 se licenciaron 1.890.780 m² para construcción, 42.969 m² más
que en el mismo mes del año anterior
(1.847.811 m²), lo que significó un crecimiento de 2,3% en todas las actividad
referidas a la construcción. Recientemente un estudio realizado por la unidad
administrativa especial de servicios públicos (UAESP 2012)
el volumen de escombros generados en la ciudad de Bogotá por el sector público
entre los años 1998 y 2009 es de 22.155.144 m³, mientras que el sector privado
genera un volumen de 60.181.958 m³; con una tasa de crecimiento aproximada del
5.22% anual, obteniéndose así, una aproximación para el año 2020 del volumen de
escombros cercana a 214.073.948 m³.
La
ciudad de Bogotá cuenta actualmente con seis localidades para la disposición final de escombros aprobados por el Instituto de
Desarrollo Urbano (IDU); uno de ellos se encuentra en la ciudad y los restantes
en las periferias, los que resultan insuficientes para acoger los crecientes
volúmenes de escombros generados por la vigorosa actividad constructiva de la
ciudad.
Así
mismo la disposición final de escombros se
realiza en predios agrícolas y
rondas de ríos, que son utilizados
por sus grandes extensiones, alterando las propiedades fisicoquímicas
del suelo y subsuelo, lo que genera una afectación de las aguas subterráneas.
Las regulaciones ambientales existentes para controlar los botaderos,
escombreras carecen de evaluaciones de manera sistemática, falta de información
sobre el impacto ambiental real que estos residuos generan y más importante aún, cuál es la vida útil de
los rellenos sanitarios y escombreras. Tan solo con el aprovechamiento del 25%
de los escombros generados en el distrito capital, podría reducir la disposición en 12 años en
un 74% aproximadamente (UAESP 2012).
Desde la generación de residuos de construcción
y demolición (RCD) se pueden comenzar a caracterizar los materiales producidos
en situ, mediante el almacenaje del mismo en contenedores identificados por
tamaño, colores y nombre técnico. Poon (2006), denota que el índice de
aprovechamiento de los RCD aumentará a medida que sea posible una clasificación
adecuada en los sitios de generación de los mismo, incluso para su
reutilización en sitio. Por otro lado en las demoliciones manuales también se
puede generar mayores índices de aprovechamiento en comparación con las
demoliciones realizadas con maquinaria pesada.
En los casos en los que sea necesario evacuar
los residuos de construcción y demolición (RCD) del sitio de obra, es
importante contar con una estación de transferencia en la que se determine con
certeza una separación de materiales no pétreo (madera, vidrios, metales,
plásticos). Luego el material es
transportado y entra en la etapa de procesamiento, donde deberá pasar por un
cribado que permita clasificar el material con tamaños adecuados para su
aprovechamiento sin necesidad de ser procesados, con lo cual evitamos el
desgaste de la maquinaría en elementos que ya pueden ser aprovechados sin
trituración. Los materiales que sean rechazados del cribado serán aquellos con
tamaños mayores que requieren una trituración para su aprovechamiento.
Para llevar a cabo la trituración se hará una
alimentación de la planta mediante cargadores, los cuales deberán ser
seleccionados de acuerdo al volumen a procesar. Luego se comenzará a realizarse
una trituración primaría. Al finalizar la trituración deberá trabajar el
separador magnético que es el encargado de eliminar los elementos metálicos que
puedan desprenderse de los elementos estructurales de concretos, así mismo para
otros materiales que presenten baja densidad se debe tener un separador
neumático. Una vez el residuo de construcción y demolición ha sido triturado,
pasará a través de cribas en serie, cuyo principal objetivo es clasificar el material de acuerdo
a su tamaño, con la acción de las bandas transportadoras, las cuales deberán
formar los acopios de grava, gravilla y arena. Al finalizar la criba o separación
del material, se deberá revisar los porcentajes de material generado,
discriminados por el tamaño final, con
el objetivo de definir si se requiere una trituración secundaría.
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