“Además de exitosos en nuestro quehacer, nos toca
preguntarnos ¿cómo queremos presentarnos ante nosotros mismos y ante los que nos
rodean?”
No basta llegar, hay que saber hacerlo
Cuando emprendemos un proyecto, un sueño de vida, si bien es fundamental
que tengamos claro a dónde queremos llegar y con qué contamos para hacerlo, hay
otra pregunta al menos tan importante como la anterior: ¿cómo quiero lograr eso que me propongo? Y con la respuesta viene la
necesidad de ponderar y revisar una serie de principios y valores que nos
representan como personas y que dan color a esa imagen de nosotros que nos
empeñamos en construir.
A muchos se nos enseñó que no era suficiente lograr las cosas, era
necesario lograrlas ‘bien’. Y esa es una conseja de enorme valor. Además de exitosos en nuestro quehacer, nos
toca preguntarnos ¿cómo queremos presentarnos ante nosotros mismos y ante los
que nos rodean? Queremos, por supuesto, ganar esta carrera personal y
profesional en que nos comprometimos, alcanzar nuestras metas, conseguir
nuestros objetivos, destacarnos y expresar todas las cualidades con que
contamos, dejar huella y estar en el podio al final con nuestra medalla
ganadora. Para eso competimos, por ello trabajamos con empeño.
Pero, ¿cómo? ¿Qué clase de carrera queremos hacer? ¿Qué clase de competidor
queremos ser? ¿Qué tipo de huellas queremos dejar tras nuestro paso? ¿Cómo
queremos ser recordados al final del camino, cómo queremos ser vistos mientras
lo recorremos? Esas respuestas están en la esencia del ser humano que somos.
Un sueño y una realidad que
perduren
Competir es una suma de capacidades y valores si queremos construir
realidades que duren en el tiempo, de
largo aliento, que podamos heredar a quienes vengan detrás de nosotros y puedan
crecer. Ser los mejores implica ‘hacerlo’ mejor, y también ‘ser’ mejor. Implica
también ser empresarios, activistas, trabajadores, artistas, inventores,
obreros, comerciantes, líderes, compañeros, gerentes, ciudadanos, que estén a
la altura de sus ideales y del ideal mayor de la comunidad, del país, del
planeta al que pertenecemos.
Por eso, adicionalmente a grandes dosis de perseverancia, planificación,
aprendizaje, articulación, visión, cooperación, competitividad, innovación,
creatividad; necesitamos incluir en la receta integridad, honestidad,
sensibilidad, responsabilidad, ética y demás valores que estén en nuestro
acervo. De esta manera, nuestro trabajo personal tendrá un impacto más cierto
en otros que observen nuestro quehacer. Así, el empeño que ponemos en construir
exitosamente ese futuro que a pleno derecho soñamos para nosotros, se
constituirá en un beneficio colectivo.
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