Por: Isabel Cecilia Gonzalez Molina
La Universidad Central de Venezuela cuenta hoy en día con más de setenta
mil estudiantes, lo que la convierte en la más grande de nuestro país. Los
caraqueños estamos familiarizados con su inmenso campus, “la ciudad
universitaria”. Los que hemos andando por ella reconocemos que es como visitar
otro país, un país de ideas y sueños.
Fue durante el gobierno del Presidente Isaías Medina que se construyó la
nueva sede universitaria, bajo la responsabilidad del arquitecto Carlos Raúl de
Villanueva. Con ese fin el gobierno expropió y pagó los terrenos de lo que para
entonces era la hacienda Ibarrra, la casa principal colonial quedó dentro como un recuerdo del
pasado.
La Universidad venezolana se remonta a la fundación del Colegio
Seminario de Caracas en 1673, conocido como Colegio Santa Rosa, por su santa
patrona, pero no es hasta 1721 que el Rey Felipe V crea la Universidad Real de
Caracas, la que posteriormente se convertirá en Pontificia, así quedó en las
tutelas del Rey y de la iglesia.
La sede inicial fue la capilla del colegio Seminario Santa Rosa y se
trasladó posteriormente al convento de San Francisco, sede que durara hasta la
construcción de Ciudad Universitaria, un gran complejo urbano de
aproximadamente 200 hectáreas. La propuesta de Villanueva fue la de crear un
espacio en el cual el arte y la arquitectura se fusionaran para crear una
“síntesis de las artes”. Con ese fin hizo venir de otras latitudes alrededor de
28 de los artistas más vanguardistas de la época, así hicieron sus murales Victor
Vasarely, Wilfredo y el cubista francés Fernand Léger y las esculturas Jean Arp y Henri Laurens, entre muchos otros.
El recinto universitario consta con más de 70 edificaciones, un jardín botánico,
la biblioteca más importante del país y dos estadios deportivos. En su centro
se encuentra la plaza del rectorado, con su emblemático reloj. Un pasillo
techado conduce hasta el aula Magna, un gran auditorio en el que cada fin de
semestre se celebran las graduaciones de miles de nuevos profesionales.
Villanueva se encontró al construir el Aula Magna un reto acústico
enorme, sin embargo, supo vencerlo audazmente buscando la ayuda del artista
Alexander Calder, quien diseño las llamadas
“nubes flotantes” que adornan el techo del lugar, pero cuyo
funcionalidad además de darle belleza al teatro le proporciona distintas nivelaciones para que el sonido rebote y sea
perfecto. Todos los que hemos ido a un concierto allí sabemos lo mucho que se
disfruta.
La Universidad fue decretada Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de
la Humanidad por la UNESCO en el 2000. Solo dos universidades latinoamericanas
lo han sido, la UCV y la UNAM en México.
Mi mamá trabajó como profesora en la cátedra de Medicina II por mucho
tiempo, era una mujer muy orgullosa de su tarea y de su Universidad. Solía
contarme sobre el hospital universitario, el cual ella vio construir. “No te
imaginas lo organizado y limpio que eran las salas generales. La cocina era
fabulosa, industrial. Los servicios médicos actualizados. Era una auténtica
escuela.” El tiempo lo fue cambiando todo, ella misma se entristeció el día que
se fracturó el tobillo y se quedó hospitalizada al darse cuenta de las pésimas
condiciones del mismo. Su traumatólogo le entregó una llave y le dijo:
“Esperanza ni se te ocurra ir a otro baño que no sea éste.”
Hace 2 años caminando cerca de mi casa se me metió un murciélago en el
pantalón por lo que me sugirieron que fuera a consultarlo con el Departamento
de Medicina Tropical, por si podría contraer el mal de rabia, así fue que
estuve dando vueltas por el lugar. Hoy en día parece más la entrada a una
cárcel que un hospital. Las personas deambulan por los pasillos con evidente
cara de tragedia, los medicamentos que no se consiguen, la falta de médicos, de
enfermeros contratados, la escasez de camas. Los que trabajan allí hacen su
mayor esfuerzo por socorrer a los enfermos y atender a los familiares, pero es
más un acto de buena voluntad que de eficiencia administrativa, puesto que
rebasa las posibilidades del Hospital el cual debió crecer en la misma
proporción que la ciudad capital.
Una vez más llegamos a la misma conclusión poco a poco nuestro país fue
deteniendo su desarrollo, curiosamente en la medida en que la renta petrolera
fue creciendo las construcciones que debieron hacerse fueron mermando. Únicamente
crecieron nuestros barrios, justo lo que no debió pasar, porque era el momento
para un desarrollo sustentable, más vías de acceso, más tuberías de agua, más
viviendas, más escuelas, más hospitales, más edificios universitarios.
En abril en el avión rumbo a Porlamar iba a mi lado un joven abogado
profesor en la UCV de la facultad de derecho, fue él quien me hizo motivar para
investigar sobre la Universidad porque me contó sobre la construcción de la
misma. “Lo más terrible fue
que
a la facultad de Derecho nunca le construyeron su edificio, andamos arrimado en
otra.”
-¿Y eso por qué?
-Porque quedaron en hacer algo tan majestuoso que nunca se construyó.
Así que para la próxima me toca investigar más ese futurible.
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