jueves, 27 de marzo de 2014

Sin cuarta, no hay quinta


Por: Isabel Cecilia González
isabelcecilia83@hotmail.com







Mi prima Maria Elena sostiene que no existe una ciudad más hermosa que Caracas. Yo amo esta ciudad pero  no comparto su afirmación porque en mi opinión nuestra gran capital carece de una verdadera infraestructura urbana, no podemos aferrarnos a simples sentimentalismos o patriotismos. Vivir en Caracas se ha vuelto duro y cuesta arriba, mucha  pobreza, abandono, pésimo desarrollo urbanístico, falta de transporte público y así. Reconozco que no existe clima más agradable y que la gente suele ser muy fresca, conversadora y amigable, pero es imposible no ser críticos. No estamos bien. 
Los psicólogos luego de muchos estudios han llegado a la conclusión de que las personas conservan como sus mejores recuerdos la etapa alrededor de sus veinte años, a eso le llaman reminiscencia. Fue en la década de los ochenta cuando viví esa edad, por lo que tengo una idea hermosa de aquellos años, recuerdo un país optimista, en el cual hacíamos muchísimas cosas. Tal vez solo era joven.  Tal vez los jóvenes se adaptan más fácil y no se molestan por cosas como las que hoy en día me irritan, pero estoy segura de que no es la edad lo que me hace sentir en descontento con la ciudad. 
Últimamente trato mucho de pensar en esos años de mi juventud, busco ser crítica con ellos, porque escucho mucho el planteamiento de que entonces los venezolanos estábamos llenos de carencias y no nos dimos cuenta, por lo que sugieren que fuimos una generación boba, ignorantes de la realidad. Todavía no logro entender como pudimos dar tantas vueltas y terminar llenos de tanta desigualdad social.  
El otro día escuchaba a alguien en la radio y dijo que durante aquellos años la gran mayoría de los venezolanos comíamos una vez al día. Y no lo pude aceptar,  automáticamente pensé  que antes se importaba leche de Suiza para los programas de alimentación, así lo puedo atestiguar porque yo veía en las mañanas como repartían las latas de leche frente a mi edificio a las madres del barrio Santa Cruz. Además se les daba un bono alimenticio a las familias más pobres.  Yo participé en una campaña de alfabetización, que se llamó Acude y luego, al parecer, volvimos a empezar, porque había miles de personas que no sabían leer ni escribir según los datos de los últimos años, lo que llevó a otra campaña. Pareciera que siempre damos vueltas y vueltas sobre una misma realidad.
Mi papá fue un médico anestesiólogo, trabajó muchísimos años en el hospital del seguro Social y en el Hospital Militar. Solía decirme que las políticas gubernamentales estaban equivocadas con respecto al ejercicio médico. 
-Un empeño por crear dispensarios y consultas en lugares en los que no llega la educación. Los médicos no deben subir al barrio sino por el contrario el barrio debe bajar. Más hospitales, muchas más escuelas de medicinas, allí debe enfocarse el Estado…Al pueblo no se le debe marginar en barrios sino traerlo a la vida de la ciudad, a las escuelas, a las bibliotecas, a los museos, a las universidades.
Estoy totalmente de acuerdo con mi papá, partiendo de su idea creo que la solución no es adentrarse a los barrios, ni hacerles vías de acceso, ni carreteras, la solución es bajar a la gente de allí y proveerles calidad de vida. Los barrios nunca debieron existir,venezolano que se venía del campo, venezolano que se le debió ayudar a hacerse de una vivienda digna en la ciudad. Y se imagina si además se hubiese implementado una política de educación para el empleo, que hubiésemos enseñado a las personas para que pudiesen desarrollarse en un oficio. No existe futurible más triste que aquel, justo el momento en que la ciudad de Caracas era un valle y aún se hablaba de haciendas, porque perdimos la oportunidad de urbanizar correctamente esta ciudad. 
En cambio los cerros de Caracas se cubrieron de maltrechas viviendas de cartón, con gente desempleada, poco educada, que terminó siendo explotada, por lideres que fomentaron invasiones de terrenos y expropiaciones  a los que para entonces se consideraban familias oligarcas. Por eso, si lo pensamos bien nos damos cuenta de que los barrios han crecido bajo el auspicio gubernamental, guiados por su tutela, alimentados por el afán de tumbarle los terrenos a quienes pudieron. Nunca con la intención de construir un desarrollo urbanístico que le permitiera a los más pobres formar parte  de la modernidad y ser miembros integrales de nuestra sociedad. El verdadero fracaso de la cuarta República está allí.

Tolerancia cero

En el mes de enero dos lamentables noticias me han entristecido y quisiera hablar de ellas, ambas han sido asesinatos, el de la actriz Monica Spear  junto a su marido y el de John Machado, un gran arquitecto urbanista. No hemos podido tener peores noticias, porque ambas muestran un mundo oscuro, cuentan de un país lleno de mucha maldad y violencia. Nos cuesta asimilar ambas historias llenas de segundos que se encadenan hasta terminar en la tragedia. Todo se junta para el desenlace… ¿Por qué? ¿Qué quiere Dios? ¿Cuál es su voluntad? Dios guarda silencio y uno no puede evitar  una arruguita en el corazón, sentir duda, como una espina, como diciendo quizás… ¿Por qué a gente buena le ocurren esas cosas tan terribles?
Los judíos proclaman una alianza con Dios, los cristianos proclamamos una nueva alianza, por eso creemos que Dios está ahí para cuidarnos, pero guarda silencio... Imagino que nos cuida en libertad, como lo hace una madre, echando ojito pero consciente que no puede vivir por su hijo porque su hijo es otro ser. A nosotros nos corresponde la vida. 
Vivimos en un planeta hostil, apenas habitable, con una naturaleza feroz y es a su vez un lugar hermoso, exuberante, cubierto de luciérnagas y adornado de estrellas. Es cruel y es maravilloso. Un océano enorme. Le pedimos mucho a Dios pero muy poco a los hombres, porque es la humanidad la que debería  sellar una alianza, solidaridad. En vez de eso somos crueles, llenos de rabia, de resentimientos, de odios. No nos unimos para ayudarnos en cambio formamos pelotones para ir a la guerra.
Los judíos  victimas  de las atrocidades de la segunda guerra mundial señalaban a los otros y les preguntaban una y otra vez el porqué  permitieron ese horror y nadie respondió. No es el silencio de los buenos lo que permite que el mal crezca, es la incapacidad de los buenos de detener la furia y el odio de los otros, de detener la maldad. El bien no existe si el mal no es erradicado de todos, como se cura un virus vacunando a todos se ha de vencer la maldad. Además en ocasiones los buenos tampoco son tan buenos y por ahí se cuela el mal. En una sociedad violenta siempre amanecerá una victima. Dios no dispara, Dios no asesina, Dios no crucifica, eso lo hacemos los hombres. 
No puedo dejar de pensar en la tarea tan dura que tienen esas familias y todas las que han sido marcadas por la violencia, cómo seguir, cómo cargar con tanto dolor, cómo volver a creer en los hombres y no llenarse de odios, de resentimientos. La tarea más dura de todas que le puede tocar a un ser humano es la de transformar el dolor en aprendizaje y de esta manera cambiar el odio en perdón. Quizás la única manera de seguir es llenarse de esperanza, escuchar el corazón y aferrarse a un rayito de sol, agradeciendo el juego de los niños, sus risas y sus travesuras, buenos instantes, momentos que te reconcilian con un mundo que te apunta, para volver a creer  en nosotros mismos. Si un futuro nunca debió ser fue el de ellos, personas que tenían tanto que ofrecer y dar. Nadie absolutamente nadie debe morir a manos de la violencia, por lo que todos debemos sentirnos indignados. Tolerancia cero. El mal se erradica cuando se saca de cada uno de nosotros y en su lugar crece el amor.
Ojala un día viva para escuchar la noticia de que el presupuesto para la educación creció exponencialmente porque ya no se gastó ni en una bala más. No me conformaré con otra cosa. 



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