Por: Inés Muñoz Aguirre
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Lograr la comprensión de la información es uno de los objetivos fundamentales de un buen consultor en comunicación estratégica. La comprensión se entiende como: “Un proceso de creación mental por el que, partiendo de ciertos datos aportados por un emisor, el receptor crea una imagen del mensaje que se le quiere transmitir”. Para ello es necesario dar un significado a los datos que recibimos. Cuando utilizamos el termino "datos" nos estamos refiriendo a cualquier información que pueda ser utilizada para llegar a comprender un mensaje. Los datos pueden ser de diferente tipo: palabras, conceptos, relaciones, implicaciones, formatos, estructuras, pueden ser lingüísticos, culturales, sociales, etc.
El proceso de comprensión, contrariamente a lo que habitualmente se cree, no es un proceso pasivo. Por el contrario, es un proceso que exige por parte del receptor tanta o más actividad que el proceso de expresión. Básicamente, podríamos decir que el proceso de comprensión consiste en aislar, identificar y unir de forma coherente unos datos externos con los datos de que disponemos. El proceso de comprensión en si, es el mismo en todos los casos aunque variarán los medios y los datos que tendremos que utilizar para llevarlo a cabo. Un ejemplo nos ayudará a comprender esta idea: cuando un mimo hace una representación somos capaces de comprender el mensaje que nos quiere transmitir aunque no utilice palabras, cuando leemos una carta somos capaces de comprenderla aunque no veamos la expresión de la cara del remitente, cuando un amigo nos describe su lugar de vacaciones somos capaces de imaginarlo aunque no lo hayamos visto nunca.
Queda claro que si bien la labor que tenemos que realizar para comprender en cada una de las situaciones es la misma, la diferencia estribará en los medios y los datos que tendremos que manipular para poder llegar a hacerlo.
Es importante resaltar la necesidad que tiene el ser humano de comprender y por lo tanto de contar con una hipótesis sobre cualquier acontecimiento. Ante cualquier mensaje o situación realizamos una interpretación, la más adecuada y acorde posible a los datos disponibles en ese momento. Esto no quiere decir que sea la "correcta" pero si es suficiente para saciar nuestra necesidad de interpretar la realidad que nos rodea. Es inevitable e imposible no realizar interpretaciones. Todo es interpretado, aunque las interpretaciones estén continuamente variando y completándose. El proceso de creación de interpretaciones es la mayoría de las veces inconsciente aunque a veces pueda ser controlado conscientemente. La necesidad de realizar el proceso conscientemente es mayor cuando aprendemos una segunda lengua ya que algunos de los procesos que realizamos en nuestra primera lengua se ven anulados cuando los tenemos que llevar a cabo en la segunda”. (1)
Todos estos elementos deben ser tomados en cuenta por un buen asesor en el área, mucho más cuando hoy en día, cualquier mensaje que se construya tendrá que hacer frente al bombardeo constante de mensajes a que somos sometidos a través de una multiplicación de medios que conviven con nosotros a toda hora y en cualquier espacio, gracias a la tecnología móvil.
Es por eso que aquella práctica organizada conocida como agencia de prensa o agencia de relaciones públicas ha ocupado un estrato distinto al que venía ocupando. La agencia de prensa tuvo su origen en el Siglo XIX, hoy le ha tocado cambiar de alguna forma sus conceptos o más bien definirlos y ubicarlos para no entrar en ámbitos de competencia que no le corresponden. Está claro que el agente de prensa o agente de relaciones publicas se diferencia del consultor en que a él le corresponde más bien atraer la atención del público que en lograr su comprensión. Su trabajo estará basado entonces en construir lo que hoy en día se entiende como “celebridad”, aquello que no necesita para nada de la comprensión, cuyo mensaje no muestra más allá como no sea la posibilidad de poder estar a la par de todos aquellos que deciden seguir la forma, mucho más que el contenido, o tratándose de un producto significa resaltar lo evidente sin que ello implique entender el por qué sus componentes generan el resultado que somos capaces de ver.
El área de la comunicación estratégica por el contrario se fue definiendo cada vez más en la medida en que se entendió que ya la publicidad no era suficiente porque existen productos, marcas, servicios, empresas que necesitan del contacto con su usuario, que necesitan dar respuesta a grandes interrogantes o que simplemente necesitan de una relación social que los conduzca a entrar en el difícil terreno de crear matrices de opinión.
De esta forma podemos entender que un buen canal de comunicación suele estar integrado por la publicidad, las relaciones públicas y la comunicación o información, organizado en el mundo de hoy bajo los parámetros que suele estructurar un estratega que define tiempos, herramientas, forma de medición de resultados, parámetros y tantos otros elementos que podrían alinearse en función de definir el camino a seguir. A esos tres elementos o pilares básicos habría que agregarle lo que en algún momento se identificó como lobbying, una palabra poco agradable que se relaciona con el ámbito de las relaciones políticas, pero que tiene que ver con algo que va más allá que el lograr favores como respuesta a determinados intereses, depurado el concepto esta área tiene que ver con el mundo de las relaciones institucionales, con la capacidad de interrelacionarse los unos con los otros en función de un bien común. Y por si fuera poco en el convulsionado mundo de hoy el buen estratega o consultor en el ámbito de la comunicación, no puede descuidar un mundo en crisis, que en diversas oportunidades podrá poner en emergencia cualquier estrategia por más bien pensada que haya sido su elaboración. Característica que debe tener al consultor siempre presto a la acción.
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